La Fabricación Aditiva, comúnmente conocida como Impresión 3D, consiste en fabricar objetos a partir de un archivo 3D, generalmente capa tras capa, con un enfoque radicalmente diferente a la fabricación sustractiva u otras técnicas de fabricación más tradicional. Permite fabricar productos con geometrías complejas, prácticamente imposibles con otras tecnologías y crear piezas completamente funcionales, ligeras y personalizadas, adaptadas a las necesidades o gustos específicos de cada cliente.
Algunas otras ventajas excepcionales que aporta la fabricación aditiva son que permite la integración de piezas, reduciendo sustancialmente el tiempo de montaje; permite la reducción de peso, depositando material sólo donde se necesita; y hace posible mejoras funcionales mediante la modificación del interior de los componentes, por ejemplo con canales internos curvos que optimizan el flujo de fluidos o el intercambio o disipación de calor, o con meso-estructuras o estructuras lattice, que permiten modificar las propiedades macroscópicas de un cuerpo frente a las del material base del que está fabricado.
En este punto, vale la pena aclarar cómo y cuándo utilizar los términos de impresión 3D y fabricación aditiva (AM). Aunque los dos se refieren a la misma tecnología, la fabricación aditiva es más comúnmente utilizada para referirse al de la tecnología en el ámbito industrial, mientras que el término impresión 3D se utiliza de forma más general y con más frecuencia en bienes de consumo.
Aunque puede sonar extraño mencionrlo en este blog, la impresión 3D no es tecnología nueva, de hecho, surgió a mediados de los años 80 y se ha utilizado durante décadas en prototipado (Rapid Prototyping) en las diferentes fases de desarrollo de un producto. Sin embargo, en los últimos años ha experimentado un gran crecimiento, debido por un lado a la liberación de patentes de los procesos más utilizados – FDM (modelado por deposición fundida) y SLA (Estereolitografía), y por el otro, por el desarrollo de nuevos procesos y materiales, incluyendo la fabricación aditiva con metales, que está impulsando el uso de esta tecnología en la fabricación de componentes finales completamente funcionales.
Otra ventaja relevante de la fabricación aditiva que merece la pena mencionar, en este caso contemplando el ciclo de vida completo del producto, es que permite la fabricación justo cuando se produce la necesidad y directamente en, o cerca, del punto de consumo. De esta forma se reduce la necesidad de utillajes, moldes y matrices, o grandes almacenes con productos semi-elaborados. En resumen, la fabricación aditiva permite la optimización de stocks, la reducción de almacenes físicos y, en consecuencia, la inmovilización de medios y capital. De esta forma contribuye a la sostenibilidad, optimizando toda la cadena de valor de producción y logística, tanto en el entorno doméstico como en las pequeñas y grandes corporaciones.